Mieses, marisma y patchswork
LUIS RIVAS
Observatorio del Arte
20 junio a 9 julio
LUIS RIVAS, PAISAJE Y
MEMORIA
Hay personas que destacan profesionalmente y llevan secretamente una pasión que sólo la familia o los amigos más próximos conocen. A veces un casual comentario descubre esa afición que viene a distender la tensión del trabajo diario. Eso sucede con Luis Rivas. Reconocido cocinero de Cantabria con una prestigiosa trayectoria entre los fogones mantiene una vocación por la pintura que tiene su origen en Soano, donde pasó infancia y juventud.
En ese entorno natural,
mirando los campos y las marismas, sus diferentes tonalidades según las
distintas estaciones del año, se le quedaron en la retina como un recuerdo
visual que formaba parte de su memoria sentimental.
También recuerda ver a su
tía realizando ese trabajo artesanal que remite a la paciencia y a un sentido
del color más propio del lenguaje femenino, el patchswork. La composición a
base de cuadrados de colores y texturas variadas para elaborar mantas, colchas,
cojines, tapetes, etc., sería un esquema colorista que retomaría Rivas como
otros artistas lo ha hecho trabajando con textiles a base de cosidos y bordados.
En la exposición actual
presenta dos líneas de trabajo. Por un lado, cuadros de gran formato, vibrantes
de color, los que aluden al recuerdo de su tía. Bandas horizontales de
diferente longitud, retículas cuadradas, dialogan entre ellas. Armonías y contrastes cromáticos deliberados. No hay líneas
de separación perfectas para delimitar lo contornos, por el contrario, las
fronteras se diluyen al mezclarse los colores. El pincel extiende las manchas
que van a conformar los limites deleitándose en la propia ejecución. Cada
elemento como si fuese una tesela convoca la mirada del espectador pero,
alejándose del cuadro, lo contempla en su conjunto valorando la plasticidad de
la imagen. Ocupando todo el soporte de un modo regular unas veces, con una aparente
simetría; otras, más aleatorio. Unas composiciones que recuerdan a los dameros
de color de Klee. También al irlandés Sean Sculli, quien al hablar del arte
abstracto, decía: “He cogido de la historia algo mucho más antiguo para traerlo
al presente porque la pintura abstracta se ha hecho bastante plana, y con la
geometría ideal no tenía emoción. Yo quiero incluir la sensualidad, la
melancolía del ser humano; quiero hacer la conexión más simpática sin el costo
de un Mondrian. No quiero admiración, quiero conexión entre el ser humano y el
cuadro, por eso es necesario romper el sentido de perfección de Mondrian”. Algo
que tiene que ver con la sensualidad y la imperfección a la hora de extender
los colores a la que me refería antes que realiza Rivas.
La segunda serie la
conforman obras de pequeño formato. También remite a su vieja memoria de Soano,
a sus paisajes ahora evocados plásticamente.
La gama de color es más austera, verdes azulados. Aparecen algunos
arquitecturas a modo de iconos del paisaje de Soano: el Molino de Mareas de
Santa Olaja, la Casa de la Marisma… Una
cierta niebla parece velar estos paisajes, como si fuese una consecuencia de la
veladura que el recuerdo aporta al pasado.
Como al principio de este
texto decía, poco se prodiga Luis Rivas. Su discreción y una cierta timidez le
provocan encerrarse en su estudio a pintar. La anterior muestra tuvo lugar en
la Fundación Bruno Alonso en 2024. Ahora lo hace en su tierra. Como una forma
de cerrar un círculo, mostrar ante sus paisanos de dónde surgió todo. Habrá que
insistirle con intensidad para que comparezca en la escena artística con más
frecuencia.
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