El pasado 27 de junio pudimos disfrutar en el Observatorio del Arte (Arnuero) de una experiencia sensorial única en la que teníamos el objetivo de fusionar artes plásticas, gastronomía, música y palabra.
“Sea Taste, marisma y recuerdos a bocados”, fue el nombre con el que se ofrecía la experiencia por parte del equipo del Ecoparque de Trasmiera.
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Luis Rivas preparando aperitivos en el Observatorio del Arte |
“Fue en Soano donde paso los primeros años de la infancia. El pequeño universo de un niño de apenas 5 años se ceñía al recinto amurallado de tapias en el que trastear por la casa, el jardín y el huerto. Un mundo gigante para unos ojos infantiles que reclamaban resguardo, amor y familia. Mientras mis padres emigraban en busca de mejor fortuna, yo me asombraba con el cesto lleno de rollos de lana de mil tonos, y me quedaba absorto contemplando a mi Tía Josefina tejiendo mantas en pastchwork. Rescatando este recuerdo íntimo y ancestral, surge la serie de obras cuyo relato principal nace de la imagen de aquel amasijo de colores que poco a poco se convertían en mantas de vivaces cuadrados. De aquella época conservo alguno de los momentos más felices, que se producían con el regreso de mis padres y el ansiado reencuentro.”
Coincidía con una época de un mundo rural guiado por los sabores esenciales de una huerta modesta, básica. Motivo por el cual, la propuesta gastronómica que acompañó el momento de contemplación se llamó “lechuga y harina del molino”, una sencilla tosta en la que bailaban notas de productos de la huerta junto a la lechuga sobre una base de maíz, aderezada con aceite virgen y cítricos. Mientras nos impregnábamos de esos sabores tan propios de nuestros pueblos y contemplábamos un gran lienzo lleno de cuadros de colores, la narración nos guiaba hacia un mundo atemporal complementado perfectamente por la música de Toshio Hosokawa.
Seguimos avanzando en el tiempo, y mientras la narración nos trasladaba a un tiempo en el que el artista comenzaba la exploración de territorios más amplios y nos guiaba hasta la siguiente obra: “El muro” se escuchaba “Forever” de Mina Okabe.
“La travesía hacia el mar desde Soano era un regalo de vida. Atravesar sendas y mieses hasta alcanzar la costa, era pura magia para un adolescente en plena ebullición, ávido por empezar a comerse el mundo. Pasar por los diferentes diques que contenían el mar, praderías húmedas, y casi siempre el gran dique, el muro, como así lo llamaban. Siempre tuve un especial aprecio a ese muro. Desde él se podía contemplar una amplia secuencia de los diversos espacios que pasaron a formar parte de la expansión de mi territorio vital. Esta obra que así se titula trae al lienzo ese paisaje, impresionado desde los lejanos recuerdos, sin buscar la precisión geográfica, ni figurativa. Simplemente alumbrando la colorida campiña, tan cambiante a un lado o al otro, tan diferente al Norte y al Sur”.
Esos tiempos de sus primeras pescas, reflejados en un cuadro colorista de corte impresionista, no pueden evocar si no el recurso de los sabores a mar, que se ofrecían en el aperitivo “Arena y roca”, un caldo texturizado con mejillones, berberechos y caracolillos.Con el tema “Dreams” (The Camberris), avanzaba la experiencia hacia los años de juventud de nuestro protagonista. Formar parte de este pequeño entorno rural propició el inicio de una etapa de auténtica LIBERTAD, yendo y viniendo al margen de los adultos y de toda regla. Como cualquier joven que acaba de abandonar la adolescencia en los años 80, la vida se podía volver tan loca como uno quisiera. Fue entonces cuando comenzó su andadura en los fogones, aceptando un trabajo en el Hotel Arillo de Noja cuando ni siquiera sabía por dónde se cogía una sartén. Pero de forma autodidacta, como casi todo en su vida, fue aprendiendo, mejorando y comprobando que aquello se le daba bastante bien.
Llegó entonces la noche; amores y desamores, risa, bailes y mucha, mucha fiesta. Hubo lunas llenas y nuevas, y cansancio… la vida pasaba en brochazos cortos.
Llegaba el momento de acercarse a contemplar la tercera obra elegida: “Santa Olaja”, que venía acompañada del tema “Le moulin” (Yan Tiersen)“Las visitas al viejo molino, en medio de tanta agitación, se convirtieron en espacio esencial de mi intimidad. Largos paseos, la brisa del mar, los azules y verdes que mostraban los diferentes espacios de agua, eran sin duda un refugio de serenidad y enfoque.
Y en esos largos paseos en el entorno de la marisma, siempre atrapaba una de mis visiones favoritas, la que separaba mi vista del mar en dos cortes infranqueables: el dique del molino y el monte de Joyel. Detrás la playa, el mar, el cielo y los sueños de juventud. Una vista transformada por el pasar de los años y por los procesos de la vida. Ver arruinarse el molino, contemplar la colmatación de la marisma. Mi paisaje empezaba a borrarse al igual que muchos sueños de juventud.”
Fue entonces cuando se ofreció una “tosta de cámbaro”, un puding de cámbaro sobre tosta de trigo aderezado con algas y un berberecho. Este cangrejo era recurso de fácil captura entre los viejos diques de Joyel, y estaba muy presente en las cocinas locales en un plato de arroz al que daba gusto a mar.
De la mano de Duke Ellintong y su “In a sentimental mood”, llegó el momento de emprender el vuelo en solitario. Al igual que crecía su espacio territorial, que en algún tiempo se redujo a las tapias que franqueaban la casa y el huerto, crecía su espíritu emprendedor y sus ganas de lanzarse a nuevos proyectos en los que empezar a proponer su impronta personal. Fue entonces cuando nació el “Limonar de Soano” restaurante rural de autor que, junto a otra media docena de establecimientos en Cantabria, empezaron a reivindicar el mundo rural, los productos locales, y una cocina más elaborada como propuesta gastronómica innovadora. De aquellos precursores llegarían algunas de las estrellas Michelín para Cantabria.
La cuarta parada artística sería la obra “La casa de las marismas”, que tuvo como banda sonora “Se Va el Circo” del cántabro Pablo Burgués"Durante muchos años “El Limonar de Soano” funcionó bien. Aún me queda la duda de si realmente abandoné el proyecto por las dificultades o por el ansia de seguir volando.
Me hice cocinero como medio de vida. Empecé a pintar intentando huir de la cotidianeidad de los fogones. Con el tiempo me daría cuenta que me gusta más pintar que cocinar. Pero pienso que se me da mejor la cocina… Por lo demás, no me siento ni cocinero ni pintor.
Incluso en los peores momentos, el mejor bálsamo para mi espíritu alterado era la marisma. Cuando estaba a punto de marcharme, espacios como la casa de las marismas se convertían en iconos cada vez más difusos entre la realidad y el amasijo de recuerdos, y es entonces cuando nacen pinceladas de óleo gruesas, coloristas, iconográficas y siempre vestidas de bruma. En su trasfondo latían aquellos parajes de los que llegué a conocer cada dique, cada piedra, cada rincón."
De allí nació un profundo respeto por los sabores del mar y de la marisma dónde pescaban anguilas. Siguiente degustación “Gazpachuelo de anguila ahumada”
Con “TURiSTA” de Bad Bunny saltamos a una etapa de madurez como cocinero que se fraguó en Santander.
Después de mucho pensar, de muchas dudas, de una gran incertidumbre, regresó el espíritu migrante de sus padres, de las aves de la marisma, del hecho inconsciente de no pertenecer a ningún lugar, tan solo a sus paisajes.
Había llegado el momento de dar el salto a la capital, Santander, en busca de nuevos horizontes. Lo que empezó siendo un local gastronómico rural con cierto matiz de cocina elaborada, irrumpiría en la calle Rubio intentando conquistar cotas más altas.
Allí se llevó “El Limonar de Soano”, ligero de equipaje personal y con una gran maleta de ensoñaciones. El nuevo restaurante no solo reproducía el nombre de aquel bistró de pueblo, si no que llegó con una maleta llena de esencias, vivencias y paisajes que de algún modo darían forma a su hacer cotidiano y a su propuesta gastronómica. Fueron años muy bonitos.
Tocaba admirar la quinta y última obra “La mies”
"Aunque tengo una querencia especial por Soano, el hecho de echar raíces va en contra de mi esencia. Quizás ser hijo de padres emigrantes, haber nacido en Alemania, haber alternado mi vida en Soano con otros lugares, han procurado un cierto yo desarraigado.
Así que, en los momentos de vacío siempre regreso a mis parajes, a los reales y a los vividos en ensoñaciones, y a las muchas y muchas reminiscencias que conforman mi íntimo más personal. La mies era para mí, más que un espacio físico, un trayecto vital, lleno de memorables momentos. Uno de ellos me hace especialmente feliz, como en el inicio del verano cuando, jóvenes aún, íbamos a la playa. De regreso, hambrientos, tomábamos cuanto nos ofrecían los frutales de la zona."
Una muestra de este recuerdo podría ser este aperitivo “De vuelta de la playa”
Una pincelada de dulce para terminar el diálogo entre cuadros, sabores y música. Una compota de ciruela roja recubierta con una mousse de queso de La Jarandilla y ralladura de cítricos.
Los aperitivos fueron acompañados por el vino albariño ER17 de Bodegas de Isla, otra exaltación del producto local de calidad y mimo artesanal.
Con este último aperitivo fuimos poniendo fin a esa visita tan especial (de la que se hicieron dos pases), pero antes de despedirnos se hizo la presentación del protagonista de esta experiencia, Luis Rivas, y del equipo del Ecoparque que ha estado detrás de todo lo que ha ocurrido esa tarde entre cuadros, aperitivos y recuerdos.
Créditos:
Cuadros y aperitivos: Luis Rivas.
Guion narrativo y música: Ramón Meneses.
Narración: Cristina Campo y Ramón Meneses.
Presentación evento: Marco Pérez
Fotografía: Jesús Igareda.
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