El Gran Experimento
Miguel Ángel García
Observatorio del Arte de Arnuero
del 18 de agosto al 30 de septiembre
Dudo de que toda la filosofía de este mundo
consiga suprimir la esclavitud;
a lo sumo le cambiarán el nombre.
Marguerite Yourcenar. Memorias de Adriano
El proyecto El Gran Experimento que se presenta en el Observatorio del Arte, si
bien trata de la esclavitud no es una historia de la esclavitud, sino que habla
de un fenómeno muy concreto, desarrollado en isla Mauricio en 1834, concebido
como un ensayo de ingeniería social, organizado y planificado desde Gran
Bretaña, mediante el cual (como si de un experimento de laboratorio se tratase)
los esclavos se convertirían en personas “libres” iniciando así la abolición de
la esclavitud. La condición principal para conseguir la liberación sería
trabajar cuatro años sin percibir
ningún sueldo. Una forma de resarcir a los esclavistas, que se vio acompañada
además por otra indemnización multimillonaria por parte del Estado británico
que sus ciudadanos terminaron de amortizar nada menos que en 2015. Un verdadero
escándalo. Huelga decir que los esclavos nunca recibieron ni un céntimo.
Pero este experimento social, ¿por qué surge? si la esclavitud arrojaba granes beneficios que servían para financiar el esplendor de las mansiones europeas, inundando las capitales del viejo continente de un imponente urbanismo, mientras que los productos de ultramar llegaban con facilidad y se consumían con entusiasmo: café, tabaco, té, azúcar… Todos productos estimulantes. Todos prescindibles, curiosamente.
El hecho cierto es que según señalaba Adam
Smith, el prestigioso economista escocés, era “más rentable trabajar con hombres libres que con esclavos” porque
eso permitía una mayor libertad de contratación sin las obligaciones de
mantener al esclavo. Y ese es el origen real de la abolición, condimentado con
el argumento de las razones humanitarias que esgrimían, entre otros, los
cuáqueros.
El azúcar tiene un papel esencial en esta
historia porque durante siglos azúcar y esclavitud estuvieron muy ligadas y
condicionaron la historia colonial, especialmente en el Caribe. De hecho, de su
explotación sobre la base de personas esclavizadas surge una casta social, la sacarocracia, que pasó a desempeñar
un papel relevante en el impulso del capitalismo industrial.
Para imaginar el tráfico de millones de
personas esclavizadas y el viaje de semanas en condiciones infrahumanas hacen
falta grandes inversiones, barcos, marineros, seguros de viaje (“piezas de
ébano”, llamaban a los esclavos), grilletes, látigos, enfermedades, sed, mucha
sed, castigos, ver el mar a través de una escotilla, mucho dolor, muerte,
muerte, muerte…. Se calcula que en esos viajes murieron de dos a tres millones
de personas, muchos de ellos arrojados por la borda para cobrar el seguro.
Los que llegan al destino han perdido a su
familia, no saben dónde están, son obligados a jornadas extenuantes de trabajo
por poco más que la comida y un espacio donde dormir. Después de un tiempo,
comienzan a levantar sus pequeñas cabañas para guarecerse de la lluvia y de los
animales recogiendo materiales de aquí y de allá, (maderas, hojalata),... Son
habitáculos hechos de recortes, un mínimo espacio donde vivir. Al otro lado de
la plantación, junto a frondosos árboles y macizos de flores pueden ver la
hermosa mansión colonial del esclavista, con elegantes barandillas y verandas
con filigranas, símbolo deslumbrante del poder.
¿Y qué queda hoy de todo aquello? ¿Sólo la
almibarada imagen de un drama de época envuelto en el frufrú de los vestidos
color pastel de las damas que se dejaban acariciar los oídos por algún heredero
de otra plantación? No. Han pasado casi doscientos años y el mundo ha cambiado
mucho, pero la esclavitud sigue ahí. Con otros nombres, con otras formas
(matrimonios forzados, esclavitud sexual, mendicidad organizada, trata de
personas, venta de órganos) pero no ha desaparecido. Ahora hay 50 millones de
personas en el mundo, segun la ONU, en régimen de esclavitud y aunque las leyes
las hacen los politicos, todos, con nuestras decisiones de compra, por ejemplo,
podemos contribuir a que esta inhumana lacra algún día deje de existir.
Desde un punto de vista artístico, las
imágenes del proyecto pretenden sugerir, más que documentar. Y aunque la
fotografía está en la base de todo el trabajo de campo realizado en Mauricio
para el proyecto, los recursos al dibujo o al collage permiten descubrir
aspectos menos evidentes, acudiendo a la paradoja visual o a la metáfora para escarbar en la imagen y acercarnos a una
historia llena de silencios y tergiversaciones.
Después de cinco años de investigación y
trabajo, las obras que componen esta exposición son el fruto de un riguroso
proceso de depuración que ha sido ampliamente revalidado por miles de
visitantes y cerca de cien visitas guiadas, que tras su paso por la Biblioteca
Central de Santander y el Museo Nacional de Antropología, ahora recala en el
Observatorio del Arte de Arnuero, contribuyendo a expandir el proyecto y a
descentralizar la cultura.
Miguel
Ángel García
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